Se trata de molestia que aparece entre la parte baja de las costillas, abdomen y espalda, sobre todo en personas con mala condición física que hacen ejercicio o esfuerzo considerable. No genera mayor complicación, salvo la suspensión momentánea de la actividad física.
Toda persona que inicie o retome la práctica regular de algún deporte tiene razones más que justificadas para tener una sonrisa “de oreja a oreja”, ya que se encuentra en el camino correcto para obtener numerosos beneficios en su vida: tendrá adecuado control de su peso corporal, reducirá el riesgo de sufrir padecimientos circulatorios, manejará adecuadamente su estrés, hará nuevas amistades, mejorará su apariencia y autoestima, y hasta se entusiasmará por cambiar de rutina y estrenar accesorios o ropa diseñados para llevar a cabo su actividad física.
Sin embargo, tanta felicidad debe tomarse con cierta moderación para evitar resultados contraproducentes, pues es relativamente común que la inexperiencia lleve a un deportista novato a cometer esfuerzos excesivos e innecesarios que se relacionan con dolor muscular o articular, fatiga, deshidratación y otras molestias que llegan a generar desánimo y hasta temor para continuar con el ejercicio.
Entre estas últimas podemos considerar al dolor de caballo, el cual se presenta en la parte inferior de los pulmones y, cuando es muy intenso, ocasiona gran nerviosismo porque se confunde con lesiones musculares en hombros o espalda e, incluso, con angina de pecho (falla parcial en el suministro de sangre al músculo cardiaco). Sin embargo, hay que destacar que se trata de un problema leve que no tiene por qué causar alarma y el cual puede evitarse mediante atenciones adecuadas.
Falta de costumbre
El dolor de caballo es ocasionado por la irritación del diafragma, es decir, del músculo en forma de bóveda que separa a la cavidad torácica (donde se encuentran pulmones y corazón) de la abdominal (aloja a intestinos, estómago, hígado, bazo, páncreas, riñones), y el cual tiene la función de contraerse o relajarse para que podamos inhalar (tomar aire) o exhalar (sacarlo).
Dicho evento ocurre porque el diafragma es friccionado o golpeado constantemente por los órganos abdominales durante la realización de ejercicio intenso o que exigen gran movilidad y, ante todo, por algunos errores que se relacionan con falta de condición física e inexperiencia del ejecutante:
- Tomar aire por la boca. Es común en practicantes noveles que sienten que les falta oxígeno, pero con esto sólo consiguen que su estómago e intestinos se llenen de gas, aumenten de volumen y, por ende, empujen hacia arriba al hígado, que genera molestias en el músculo interno del tórax al correr o saltar.
- Comer antes o durante la realización de ejercicio. En este caso también hay dilatación de órganos abdominales, sólo que suele ser de mayor duración que en el caso anterior. Se debe tomar en cuenta que el sistema digestivo trabaja con lentitud durante la realización de actividad física, pues el flujo sanguíneo se dirige a los grandes grupos musculares del organismo, no a las vísceras.
- Calmar la sed con bebidas gaseosas y/o muy dulces. El azúcar, al igual que los alimentos, debe ser procesada por estómago e intestinos, en tanto que el agua carbonatada forma gas y aumenta el volumen de los órganos involucrados en la digestión.
- Control inadecuado de la respiración. Cambiar de ritmo al tomar o expulsar aire, así como forzar la capacidad de los pulmones, ocasiona que el diafragma sufra cansancio y dolor.
- Realizar esfuerzos excesivos. Períodos prolongados e intensos de actividad hacen que un deportista comience a tomar aire por la boca, ingiera líquidos o agote a su diafragma ante la exigencia.
Por otra parte, cabe indicar que las manifestaciones más comunes de esta dolencia son notable malestar al respirar y en la espalda alta, por lo que muchas personas suponen que se encuentran ante una lesión muscular de gravedad o un evento cardiaco. La confusión no se debe a una exageración, sino a un “defecto” en el diseño del organismo humano: hombro y diafragma comparten los mismos nervios, y por ello el cerebro interpreta incorrectamente el origen del problema.
Ahora bien, es muy probable que se haya preguntado de dónde se tomó tan peculiar nombre para este problema, y al respecto debemos decir que no hay una versión clara o definitiva. Pese a esto, la más fiable asegura que se debe a que los jinetes suelen sufrir este dolor a menudo, ya que el movimiento generado por el trote del equino favorece la fricción del diafragma con los órganos abdominales ocasionando malestar.
Evaluación y prevención
Es casi imposible que un dolor de caballo tenga consecuencias graves, y se le puede considerar incidente tan común que rara vez se necesita la visita a un especialista para identificarlo; esto se debe a que incluso un instructor o un deportista con experiencia que se encuentra en las mismas instalaciones deportivas de quien lo padece sabe reconocerlo, tanto por sus manifestaciones como por posibles factores de riesgo (respirar por la boca, hacer ejercicio con el estómago lleno, etcétera).
A pesar de ello, es probable que la persona que sufre este malestar se encuentre preocupado y solicite la opinión de un médico para disipar sus dudas. En tal caso, el galeno recurrirá a una auscultación física y realización de historia clínica para tener el diagnóstico, y una vez que se concluya que se trata de dolor de caballo, es muy posible que recomienden algunas medidas preventivas:
- No respirar por la boca y llevar un ritmo adecuado de inhalación y exhalación, de acuerdo con la opinión de un instructor.
- Evitar el consumo de alimentos antes de practicar ejercicio.
- Mantener adecuada hidratación del organismo para que el deseo de ingerir líquidos durante la práctica deportiva sea mínimo. Para conseguirlo se deberán tomar, diariamente, 2 litros del vital líquido (ocho vasos), distribuyéndolos a lo largo de la jornada. En caso de que la necesidad de saciar la sed sea muy fuerte, se dará preferencia al agua simple o bebidas creadas para deportistas, ya que su absorción es más rápida.
- Incrementar paulatinamente el tiempo e intensidad del ejercicio que se realiza, pues sólo de esta manera se evitan sobreesfuerzos que, además de generar dolor de caballo, pueden ocasionar una lesión de gravedad.
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